Hammamturgia
Ficha
Dirección: Tomàs Aragay
Hammamturgia: Tomàs Aragay y Sofía Asencio
Creación e interpretación: Sofia Asencio, Beatriz Lobo, Ana Cortés, Kidows Kim
Colaboración en la conceptualización: Migue Martínez
Asesoramiento espacio escénico: CUBE. SZ y Serrucho
Iluminación y espacio escénico : CUBE. SZ
Coordinación técnica: Celina Chavat
Vestuario: Jorge Dutor
Espacio Sonoro: Maties Palau
Fotografías: Rebecca Bowring
Producción: Imma Bové
Comunicación y distribución: Sara Serrano
Espectáculo coproducido por: Le Grütli, Centre de production et de difusión des Arts Vivants, Teatre Nacional de Catalunya, Azkuna Zentroa, Teatro Calderón de Valladolid, Auditorio de Tenerife, La Mutant, espai d’Arts Vives.
Hammamturgia genera y capta el flujo de los cuerpos y las cosas en el espacio, una sucesión que no explica nada, sino que propone y activa transformaciones, una obra coreográfica en definitiva, que trabaja con el espacio y el tiempo.
Entendemos la hammamturgia como lo otro de la dramaturgia. La dramaturgia sería así la acción de crear, componer e interpretar una obra. La hammamturgia, en cambio, remite a una relación con las condiciones atmosféricas que producen la transformación de la forma/obra, el paso a dar es estar dentro, atravesando, ser lo que nos mueve y no vemos.
Si la dramaturgia está relacionada con el contar, y se le atribuye en consecuencia un autor (el dramaturgo, el que cuenta y crea el drama), la hammamturgia, por su parte, se vincula con el suceder, y no necesitaría entonces un dramaturgo que prescriba unas acciones. Aceptaría, quizá, unos procuradores que atienden y actúan en relación a unas determinadas condiciones ambientales. Por eso decimos que la hammamturgia es lo que ocurre —o lo que opera el cambio.
El espacio mismo se está construyendo y/o transformando durante la acción, a la vista de los espectadores.
Este espacio no es más que un ambiente compartido. Un ambiente en el que no se distingue un fuera de un adentro. Es sólo una membrana, en la que respiramos (y vivimos, al menos durante este tiempo) juntos.
Cuestionamos la idea de que uno puede estar en un “afuera”, donde puede ser un simple observador neutral. Siempre estamos en un ambiente compartido: somos ambiente, el ambiente también es nosotros.
La forma que este hecho adquiere en Hammamturgia es hacer ambiente, en el ambiente y con el ambiente. De alguna forma hacemos la casa desde dentro transformando poco a poco, suavemente, el lugar al que hemos llegado —y al que llamamos teatro— en otro sitio.
Lo transformamos y hacemos visible esta transformación. No se trata de hacer de principio a fin un ambiente, sino hacer algo con las condiciones que lo constituyen.
Hammamturgia genera y capta el flujo de los cuerpos y las cosas en el espacio, una sucesión que no explica nada, sino que propone y activa transformaciones, una obra coreográfica en definitiva, que trabaja con el espacio y el tiempo.
Entendemos la hammamturgia como lo otro de la dramaturgia. La dramaturgia sería así la acción de crear, componer e interpretar una obra. La hammamturgia, en cambio, remite a una relación con las condiciones atmosféricas que producen la transformación de la forma/obra, el paso a dar es estar dentro, atravesando, ser lo que nos mueve y no vemos.
Si la dramaturgia está relacionada con el contar, y se le atribuye en consecuencia un autor (el dramaturgo, el que cuenta y crea el drama), la hammamturgia, por su parte, se vincula con el suceder, y no necesitaría entonces un dramaturgo que prescriba unas acciones. Aceptaría, quizá, unos procuradores que atienden y actúan en relación a unas determinadas condiciones ambientales. Por eso decimos que la hammamturgia es lo que ocurre —o lo que opera el cambio.
El espacio mismo se está construyendo y/o transformando durante la acción, a la vista de los espectadores.
Este espacio no es más que un ambiente compartido. Un ambiente en el que no se distingue un fuera de un adentro. Es sólo una membrana, en la que respiramos (y vivimos, al menos durante este tiempo) juntos.
Cuestionamos la idea de que uno puede estar en un “afuera”, donde puede ser un simple observador neutral. Siempre estamos en un ambiente compartido: somos ambiente, el ambiente también es nosotros.
La forma que este hecho adquiere en Hammamturgia es hacer ambiente, en el ambiente y con el ambiente. De alguna forma hacemos la casa desde dentro transformando poco a poco, suavemente, el lugar al que hemos llegado —y al que llamamos teatro— en otro sitio.
Lo transformamos y hacemos visible esta transformación. No se trata de hacer de principio a fin un ambiente, sino hacer algo con las condiciones que lo constituyen.